Hasta la vista, aquí yacistes dos días con pose y expresión sosegada.
Bien nutrido, hermoso y acompañado, fuistes la otra cara de la indigencia, un privilegiado.
Aunque tu cuerpo haya perdido las cualidades anteriormente mencionadas, te invito a que te quedes una vez más en esa acera mullida de hojas secas.
Descansa una vez más y para siempre.
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